Imaginemos una estrella un poco más masiva que el Sol, en las últimas fases de su vida, cuya masa va colapsando hacia su núcleo. Llega un momento en el que la presión en él es demasiado intensa y la estrella explota en una supernova. Pero no desaparece. Queda un resto muy compacto, y si el colapso gravitatorio continúa, acaba formándose un agujero negro.
Los agujeros negros, de acuerdo a su masa, se clasifican en cuatro tipos: los supermasivos, de masa intermedia, los de masa estelar y los micro agujeros negros. Los agujeros negros estelares se forman cuando el núcleo de una estrella muy masiva colapsa en sí misma. Este colapso también causa una supernova.
Nuestra propia Vía Láctea también tiene su propio agujero negro gigante en su centro. Éste se ubica a 26.000 años luz del Sistema Solar, en una región llamada Sagitario A, y tiene una masa igual a 4 millones de soles.
Fuente: Chile Mobile Observatory – Marca Chile
Foto: Observatorio ALMA